EL PASAJE
© by Ricardo Vanella (IVLP, Argentina) Especialista en Posicionamiento Estratégico y Marketing Internacional.
Sin necesidad de gran esfuerzo intelectual podemos percibir que todo, excepto Dios, tiene un ciclo de vida: nacimiento, crecimiento, madurez, declinación y fin (o re-transformación, siguiendo la Ley Lomonósov-Lavoisier de conservación de la materia).
Se trata de una condición universal de la que nada ni nadie parece poder escapar, incluyendo productos, empresas, personas, organizaciones y paradigmas. Los ciclos históricos ratifican este hecho inexorable que, por su naturaleza, no es susceptible de ser juzgado “por sí o por no”, quedando nuestras posibilidades limitadas simplemente al ámbito de la constatación.
Los modelos mentales de los seres humanos también se encuentran dentro de este círculo junto a las estructuras que de aquéllos se desprenden y, como ellas, crecen, maduran, declinan y perecen. Por distintas vías convergentes -a veces en cuentagotas, a veces mediante enormes cataclismos- llega luego una instancia regeneradora, que en el caso de los modelos podemos llamar “innovación”, la cual impulsa un nuevo ciclo, y así, sucesivamente.
¿Cómo calificar lo que está sucediendo en el actual ciclo, en qué etapa se encuentra? A primera vista, se verifican una tendencia general descendente, pérdida de consistencia operativa de ciertos paradigmas y resultantes mediocres. Evidencia de ello es, por ejemplo, la creciente desvinculación interna en los siguientes binomios: Individuo y Sistema; Jerarquía y Austeridad; Discurso y Realidad; Gestos y Hechos; Mayoría y Bien General; Promesas y Resultados; Rentabilidad y Sustentabilidad; Conocimiento y Entretenimiento; Participación y Disenso; Exito y Generosidad; Derechos y Deberes.
Inteligencia, dignidad, eficiencia, y honestidad…, ¿ha sobrevenido acaso una incompatibilidad entre ellas, o bien estamos ante una repentina escasez de individuos capaces de combinarlas?
Quizás todo este bullicio no sea otra cosa que el final del ciclo y el inicio de otro; y lo que estamos experimentando es el tránsito en la interfase, como cruzando un puente hasta que alcancemos el otro lado, encontrando los paradigmas adecuados. Mientras, nos enfrentamos a turbulencias producidas por una suerte de homeóstasis, en donde los trastornos que ocasionan los modelos mentales agotados están originando ciertos impulsos que restablecerán, finalmente, el equilibrio.
En todo caso, los modelos perimidos no pueden ir más allá de lo que la ley del ciclo de vida les permite, por más reposicionamiento que se ensaye; eso es inevitable en el tiempo.
Quienes se aferran a estos paradigmas superados pueden padecer una cristalización en su memoria de éxitos en contextos pasados, lo cual -por inercia intelectiva- disminuye la facultad de evolución genuina, tanto en términos absolutos como relativos. Esto se patentiza a través de redundantes intentos de renovación aparente, cuya substancia es esencialmente «más de lo mismo».
Si usted se encuentra cruzando el puente, tranquilícese, pues se dirije en la dirección del orden natural de la manifestación universal.
Si, en cambio, ha quedado atrapado -por temor a perder su trono paradigmático y en pos del no-devenir (consciente o no, por acción u omisión)- en lo que finalmente su intimidad refleja como hábiles chicanas, de verdad no dude en cambiar. Relájese, al fin y al cabo, los modelos son finitos y su destino es, más tarde o más temprano, ser reemplazados. Entretanto, no se rasgue las vestiduras ni tampoco sobreactúe, buscando un lugarcito en la tribuna contraria; guarde un mínimo de compostura y decoro, procurando no caer aún más bajo. Es aconsejable sincerarse, pues -por increíble que le parezca- puede que usted no resulte tan convincente como antes y fingir ya no le proporcione el mismo provecho.
Si aún está en control de sí mismo, observe la sugerencia de Abraham Lincoln: «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo».