PREVENCIÓN DE LAS DROGAS EN EL ÁMBITO ESCOLAR
Por Karina Cecilia Casal (IVLP, Argentina). Licenciada en Psicología, Master en Drogadependencia.
Se ha sostenido repetidamente que la escuela es la institución clave para la realización de programas de promoción de la salud, fomentar los factores de protección y reducir los factores de riesgo, teniendo en cuenta que los comportamientos que se instauran en la infancia y en la adolescencia tienen una gran probabilidad de mantenerse en la edad adulta y que el involucramiento de más jóvenes en actividades de promoción de la salud puede reducir notablemente el riesgo de enfermedades prevenibles y otras consecuencias negativas para el desarrollo personal de los jóvenes, y consiguientemente incrementar el estado de salud de la población.
La propia definición del término «Educación para la Salud» nos aporta la finalidad última:
La Educación para la Salud se entiende como un proceso de información, de involucración del individuo, a fin de que adquiera hábitos, actitudes y conocimientos básicos para la defensa y promoción de la salud individual y colectiva. Es un intento de responsabilizar al alumnado, preparándolo para que, poco a poco, adopte un estilo de vida lo más sano y equilibrado posible y unas conductas positivas de salud.
El concepto de escuelas promotoras de salud, que ha surgido en la década del ’90 como una herramienta del modelo más general de promoción de la salud (Nutbeam, 1992; Modulo, 1998), combina los siguientes aspectos:
- La inclusión en el currículo de información sobre los problemas de salud más importantes para los niños y jóvenes, junto con la capacitación en habilidades para negociar, resolver problemas, pensar creativamente, comunicarse, tomar decisiones y relacionarse interpersonalmente.
- La propuesta de que haya un mínimo de 40 a 50 horas por año dedicadas a los temas de la salud.
- La capacitación y la actualización de los docentes responsables de llevar a cabo las actividades de promoción de la salud.
- La evaluación de lo actuado, como insumo para futuras intervenciones y programas.
En el Documento del Programa de Escuelas Generadoras de Salud (1995) de la Oficina Panamericana Sanitaria OPS se expresa que los lineamientos a tener en cuenta en los programas de escuelas promotoras de salud incluyen:
- Trabajar en el desarrollo de las dimensiones actitudinales, tanto con docentes como con alumnos, y no sólo en aspectos informativos o conceptuales.
- Promover la participación activa de los actores involucrados (directivos, docentes, alumnos) en los programas e intervenciones.
- Tomar como punto de partida los saberes y creencias de dichos actores con respecto a la salud integral.
- Identificar los problemas de la realidad inmediata vinculados con el desarrollo.
- La búsqueda y la producción por parte de los actores para abordar estas problemáticas.
- Fomentar una actitud crítica e investigativa.
- Incentivar la reflexión, el trabajo y la producción grupal, de modo de facilitar el intercambio de experiencias.
- Proponer la formación de redes cooperativas con otros sectores comunitarios, como hospitales, organizaciones de la sociedad civil, etc. E incluir la educación para la salud como tema transversal en el trabajo cotidiano del aula y la escuela.
En el mismo sentido la UNESCO, refiriéndose a criterios no recomendables con respecto a la prevención del consumo de drogas en las escuelas expresa:
- No se deben utilizar en las escuelas películas o series televisivas alusivas al consumo de drogas sin que medie un trabajo en profundidad sobre ellas, porque son medios de comunicación que fomentan la emotividad, de por sí inestable, de los adolescentes.
- Se debe evitar que personas ajenas a la escuela sean protagonistas de actividades preventivas, porque se trata en general de actividades puntuales sin posibilidad de un trabajo continuo como el que requiere el tema.
- No es aconsejable formular prohibiciones de un modo autoritario, porque éstas pueden convertirse en un reto para los jóvenes
- No se debe insistir en los peligros de las drogas, porque el riesgo forma parte del universo de los jóvenes, y porque muchas veces se manejan con la presunción de “eso no me va a ocurrir a mí”.
- No es aconsejable informar a los jóvenes sobre las drogas y su empleo o sus efectos o características como forma, color, etc., porque esto se ha comprobado que incita al consumo.
- No es aconsejable de ningún modo que los ex−adictos hablen a los adolescentes de su propia experiencia, porque el poder de atracción de esa experiencia puede ser mayor que su poder de disuasión y además puede sugerirles la idea de que ellos también podrían liberarse de las drogas en el caso de que llegaran a convertirse en adictos.
- No es aconsejable presentar un inventario demasiado completo sobre hechos y datos sobre las drogas y su uso indebido. Es preferible que los adolescentes se formen su opinión al respecto por sí mismos, buscando ellos la información.
- No se debe incurrir en el mismo error que los usuarios de drogas, en cuanto a atribuir a las drogas una importancia suprema; es más importante plantear su consumo en el contexto de la vida cotidiana de los jóvenes, teniendo en cuenta por ejemplo los factores que inducen a su uso.
En resumen, alejarse del riesgo del consumo de drogas no sobreviene a partir de resaltar sus peligros, sino de ofrecer otras alternativas más deseables y motivantes, que impliquen proyectos de vida y satisfacciones más gratificantes que la experiencia con las drogas.
En otras palabras la educación sobre las drogas debe ayudar a los individuos a tomar conciencia del problema en toda su complejidad, así como el fortalecimiento de las características propias del sujeto y de su interacción con los otros y con el entorno que le permitan llegar así a una decisión libre de un posible consumo dentro de la actual cultura de drogas.
Debemos de otro lado reconocer que la educación es solamente otro de los medios para prevenir el abuso de drogas, ya que no se puede desconocer la importancia de otros elementos relacionados con aspectos de carácter biológico, social, cultural económico y relacionados con la oferta, todos ellos importantes dentro del fenómeno complejo de la drogadicción.
Según la UNESCO, citado por Amando Vega, una de las funciones de la educación es: “Una preparación a la vida en un mundo en el que rápidos y profundos cambios suscitan sin cesar nuevos problemas: el abuso de las drogas es, indudablemente, uno de los más grandes que se plantean hoy en día en algunos países, y la UNESCO, lo mismo que los educadores, no podía ignorarlo”.
Este planteamiento para ser eficaz requiere un trabajo coordinado escuela-familiacomunidad-sociedad.
Edgar Faure, citado por Amando Vega, sostiene “…que existe una correlación estrecha, simultánea y diferida entre las transformaciones del ambiente socioeconómico y las estructuras y las formas de acción de la educación, y también que la educación contribuye funcionalmente al movimiento de la historia. Pero, además, nos parece que la educación puede ayudar a la sociedad a tomar conciencia de sus propios problemas y que, a condición de dirigir sus esfuerzos a la formación de los hombres completos, comprometidos concientemente en el camino de su emancipación colectiva e individual, ella puede contribuir en gran manera a la transformación y a la humanización de las sociedades”.
Un elemento que deben tener en cuenta los programas educativos es la amplia gama y diversidad de estudiantes a los cuales se dirigen, entre los cuales puede contar con sujetos que han experimentado con sustancias, algunos que son usadores o abusadores, algunos compulsivos, otros que posiblemente han abandonado el consumo y otros que posiblemente nunca han tenido acercamientos a ninguna sustancia; pero además cada sujeto tiene una historia individual que lo hace único y con características que lo diferencian de los demás; mirado así la problemática de las drogas tiene que contemplarse como un “Problema de la gente”, como plantea Amando Vega, y por esto plantea el que son importantes acciones de educación formal que tendrá mayor eficacia sobre los no consumidores y/o experimentadores y la educación no formal que puede tener mayor fuerza sobre los usadores ocasionales, compulsivos o que recaen.
Pero de otro lado, debe contemplar también los modos de relación que se viven al interior de la institución y entre alumnos – escuela – familias – contexto y los elementos al interior de cada uno de estos grupos que pueden actuar como elementos facilitadores o protectores ante el consumo.
Podría entonces, y desde los elementos anteriores, plantearse las acciones preventivas en la escuela, desde los siguientes frentes:
- Las relaciones interpersonales
- El desarrollo personal.
- El entorno.
- La utilización del ocio y tiempo libre.
- El acompañamiento y formación a los padres.
Todo ello implica buscar un modelo educativo lo suficientemente flexible y amplio que nos permita movernos sin dificultades en estos diferentes frentes, teniendo en cuenta que cada uno de ellos tiene elementos distintos, así como objetivos a alcanzar específicos.
Bigliografía:
Sidicaro,R y Fanfani,E 1998; Feldman,(1995); Moreno (1996); Gallart (1996), Konterllnik, I y Jacinto,1996- 2000; Gomez, M y D. Contrátese,1998; Salvia A y A. Miranda,1997,1999; Filmus y Miranda,2000; Salvia y Tuñon, 2003.